miércoles, 23 de marzo de 2016

¿Son conservadores los cuentos populares?

Sin duda alguna los cuentos populares, voluntario o involuntariamente son conservadores ya que desde mi parecer tiene tiene mucho que ver la época en la que fueron escritos.

Es difícil darse cuenta de ello ya que normalmente no nos paramos a pensar si los cuentos transmiten o no los valores que defendemos ya que vemos la literatura infantil como un pasatiempo sin más, pero en el momento que nos convertimos en futuros maestros somos nos damos cuenta que en muchas ocasiones estamos rodeados de dobles sentidos que nos llevan a una sociedad con la que en realidad queremos luchar.

No es justo que sean siempre los príncipes quienes rescaten a las princesas o que ellas a lo único que aspiren es a casarse con ellos y vivir del cuento (nunca mejor dicho). Por ello voy a realizar la creación de un cuento tradicional en el que se cambie el punto de vista con respecto a las clases sociales.

La princesa que no quería ser princesa



Erase una vez una princesa que se llamaba Vera. 
Vera tenía 8 años cuando se dio cuenta de que no quería ser princesa.

Ser princesa requería ponerse todos los días un vestido largo hasta los pies, llevar una corona durante todo el día que pesaba igual que un gato, sonreír en todo momento delante de la gente y tomar decisiones como elegir entre el rojo amapola o el amarillo margarita para las servilletas del convite.

Vera estaba harta de esa vida y cada noche salía de su gigantesca cama para asomarse por la ventana y ver a los jardineros arreglar el jardín. Lo hacían por la noche porque el padre de Vera odiaba ver como pisaban el césped de su jardín. 

La princesa podía pasarse la noche entera viendo como los jardineros cortaban el césped, regaban los rosales, los limoneros y los geranios, como limpiaban cuidadosamente las hojas de esas plantas tan grandes y abonaban las otras más pequeñas.
Todas las noches antes que sol apareciera, Vera se metía en la cama pensando "ojalá pudiera ser jardinera y no princesa".

Años después Vera cumplió 18 años y aquella misma noche, en la celebración junto a los nobles y la realeza, Verá se levantó como la princesa que era, cogió una copa y una cuchara y dio delicados golpecitos para llamar la atención de sus invitados.

- Señoras, señores, llevo años queriendo que llegara este momento.

Todos la miraban asombrados.

- Yo nunca he querido ser princesa, no me gusta llevar estos vestidos hasta los pies, ni me gusta llevar una corona durante todo el día que pesa igual que un gato, ni sonreír en todo momento delante de la gente y mucho menos tomar decisiones como elegir entre el rojo amapola o el amarillo margarita para las servilletas de un convite como este. ¡Yo quiero ser jardinera!

Todos exclamaron sorprendidos. - ¡No es posible! Una princesa no puede ser jardinera.

Verá continuó. - Quiero ser jardinera y no princesa por eso renuncio a esta corona. Mamá, papá lo siento.

La princesa dejó la corona encima de la mesa y salió corriendo del palacio.

Al enterarse de la noticia, Esteban el viejo jardinero del palacio fue tras ella.
-Vera, si quieres dejar de ser princesa y ser jardinera yo te ayudaré.

Esteban le consiguió una casita a las afueras del pueblo con un jardín inmenso y enseñó a Vera el oficio de jardinera. Tras muchos años Vera consiguió ganarse la vida con su trabajo ya que se encargaba de todos los jardines del pueblo.

La princesa iba a visitar a sus padres todas las semanas y ayudaba a Esteban con el jardín del palacio.
Vera había conseguido su sueño. Dejó de ser la princesa Vera, para ser Vera la jardinera.

FIN 

Mª José Ruiz González

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